viernes, 8 de noviembre de 2013

Fuerte, Frágil

Fuerte y Frágil, paradoja metafísica y psicológica. Gran parte de las personas se regodea de poseer fuerza, pero la verdad es que, por el contrario, son tan frágiles como cristal.

Yo, soy ambas. Soy fuerte y frágil. Muchos creen que lo que soy es dura y no fuerte. Pienso que si no lo fuera, no seguiría lúcida después de tantas tentativas de locura. Pocos son los que lo saben, pero cuando nadie me ve realmente soy frágil como los pétalos de una rosa. Soy delicada; soy tan débil que me dejo llevar por la más estúpida e infundada crítica, aunque venga de una boca que ni se pueda considerar válida; pero soy lo suficientemente poderosa para sacármelo de la cabeza a martillazos y seguir adelante. Soy débil, porque creo escenarios imaginarios en mi mente ante la más mínima provocación, aunque no sea esa la intención de tus palabras, pero me inventó la valentía necesaria para borrarlos en seguida.

Soy tan frágil como una mariposa volando hacia un huracán, y aunque saberlo alebresta mi orgullo, soy en verdad fuerte para reconocerlo. 
Me encuentro divida en una dualidad complicada y compleja. Esta es mi desdicha y mi desgracia. Mi terror más grande es que me abandonen, pero sé que si lo hacen, tengo la seguridad de que lo enfrentaré con una braveza que ni yo misma podré creerlo. Fuerza y fragilidad, paradoja de mi corazón.

martes, 5 de noviembre de 2013

Adiós


Adiós, adiós, adiós. Como odio esa palabra, “adiós”. Aún cuando sabías cuanto odio esa palabra, y a pesar de que habías jurado nunca decírmela, lo hiciste. Me dijiste adiós, me sacaste de tu vida.

¿Qué hago ahora? Supongo que llorar… no, no supongo. Llorar es lo apropiado… o lo necesario, diría yo. Me pregunto por qué las partidas son tan dolorosas, por qué los corazones de las personas cambian en un lapso determinado de tiempo, a veces más, a veces menos, pero siempre cambian. Siempre. Un día te dicen “voy a amarte por toda la vida” y sin darte cuenta, esas palabras fueron sustituidas por “esto ya no funciona más”. La gente dice que eso es porque los sentimientos suelen cambiar. Y yo, digo que son mentiras… mentiras dolorosas, frases que nunca se debieron decir si no se tenía la certeza de mantener su veracidad hasta el final.
Y ahora, a borrar tus mensajes de mi celular, tu número de mi agenda, tu mail, las conversaciones guardadas, las canciones de aquel cantante italiano que tanto te gusta de mi i-pod, tus dibujos de mi block, tu sonrisa de mi mente, tus carcajadas de mis oídos, mi amor por ti de mi corazón… Qué fácil suena, lástima que no sea igual de sencillo llevarlo a cabo… Sólo quisiera tener algo que me sirviera de sustento, una razón para odiarte y que así la tarea de olvidar sea un poco menos imposible. ¿Qué será? ¿Te invento una amante imaginaria y pensaré que fue por ella que me dejaste? ¿Creo firmemente que todo lo que decías era mentira? ¿Confundo con lástima la ternura con la que solías mirarme? No sé, no sé, pero algo se me tiene que ocurrir,  algo que suene factible, viable… y que yo me lo crea por completo.


¿Adiós? Hasta nunca, entonces.

Litigios de Morfina

La heroína te roba todo: aleja a tus amigos, a tu familia, te quedas sin empleo, sin esperanzas por las cuales vivir, sin los sueños que nacen de ilusiones, sin esos recuerdos que aparecen en la mente a la media noche. Sin vida. Como jugar a la ruleta rusa. El último recuerdo que tengo de ella es la aguja de la jeringa entrando por una vena en mi mano, deslizando su letal contenido, sensual y seductor a través de mi torrente sanguíneo.
Conseguir plata, comprar heroína, inyectarse. El viaje. Las estrellas; los colores; el océano en un cuadro, la arena en mis manos; todo a través de una aguja. Luego, el descenso. El triste regreso a la monotonía de la realidad. Y volver a empezar.
Inyectarse heroína te cambia la vida. Antes te preocupabas por los mismos banales asuntos que el resto de las masas; después sólo te importa saber cómo obtener la droga. Incluso después de haberla dejado tras muchos vanos e infernales intentos, pienso en ella cada día de mi vida como si de un antiguo e inolvidable amor se tratara.


 Ahora trabajo en un bufete de abogados. El viernes por la noche es de casino con los amigos del despacho; pidieron bebidas, yo encendí un cigarro. Ya que algunos bebían mientras como idiotas jugaban blackjack o póker, celebrando jocosamente las momentáneas victorias, decidí alejarme un poco de todo ese ambiente de ebriedad y entusiasmo sin sentido. Tras caminar un par de metros, me encuentro en mi camino a las máquinas tragamonedas, una sección dentro del casino relativamente tranquila. Ya que había un asiento vacío frente a una de ellas, opto por jugar un poco pues relajarme no me hará daño, de todas formas no tengo nada mejor que hacer mientras espero a que los borrachos de mis colegas terminen con aquella escandalosa reunión.

Poso mi cuerpo frente a la máquina, con una mano encendí otro cigarro mientras que con la otra deposité una ficha en la ranura correspondiente. Jalé la palanca y esperé el resultado. Primera partida: perdí. Bueno, en realidad no esperaba otra cosa, supongo que estos juegos siempre están truqueados para que uno nunca gane más de 1000 pesos; suponiendo que la buena fortuna, por azares del destino o un pacto con el diablo, te sonríe esa noche. Meteré otra ficha, ¿qué más da? Jalo la palanca de nuevo. Dos de las figuras coinciden, pero una es distinta. Qué triste suerte. La tercera es la vencida, así que deposito una ficha más y nuevamente jalo la palanca, sólo para comprobar por tercera ocasión que esa noche no era de buena suerte para mí. “Bah” reprocho para mis adentros, en seguida me levanto del asiento y a la par que encendía un nuevo cigarrillo comienzo a caminar en dirección opuesta a las tragamonedas para alejarme de esos estúpidos juegos.
Tras haber dado un par de pasos y una bocanada de humo, a mis espaldas escuché una curiosa melodía que parecía provenir del cacharro al cual había estado depositando fichas de juego hace apenas unos cuántos momentos, lo que me hizo voltear en una reacción natural ante tal extraña situación. Miré fijamente aquella máquina tragamonedas y me percaté de que era lo único que había dentro de mi campo de visión. Ni los demás jugadores, ni las otras tragamonedas, ni los meseros, ni los demás asistentes, ni los borrachos de mis compañeros de trabajo se encontraban ya. Sólo esa maldita máquina reproduciendo aquella infernal música acompañada de pequeños focos que parpadeaban al ritmo de la misma entre una inusual penumbra. ¿Dónde he escuchado antes esa canción tan burda? Es demasiado familiar. Aunque estoy ciertamente desconcertado por lo insólito de aquella situación, decido acercarme un poco para inspeccionar el ruidoso cachivache que yace justo frente a mí, iluminado por un az de luz que cae misteriosamente desde la parte superior. A la par que inhalo profundamente del cigarro, miro de reojo hacia arriba a ver si puedo localizar de dónde proviene la iluminación. Aquel suceso no era para nada normal, sí, pero mi curiosidad era tan grande que lo tomé con naturalidad; tanto que casi parecía un estúpido.


Luego de haber saciado mi morbo por los detalles adicionales como aquella inusual luminiscencia y la ausencia del resto de las personas en el casino, observo con detenimiento el aspecto del tragamonedas. Al posar mis ojos en las figuras que aparecían en la pantalla, estos se abrieron como platos y por inercia dejo caer el cigarrillo apenas consumido a la mitad. ¡Por supuesto, esa era la razón de que se reprodujera sin parar esa irritante música! Hay tres figuras exactamente idénticas. Tres cerezas en línea y debajo de ellas una frase con la leyenda “$$$ YOU WIN! $$$” -¿Qué mierda está sucediendo? –Pensé. No podía creer lo que estaba viendo, pero lo que sucedió a continuación me dejó más atónito todavía.
El tragamonedas paró de sonar de repente. El juego de figuras y la frase, ambos habían desaparecido de su pantalla. Por un instante no ocurrió nada; sólo silencio y mis ojos clavados sobre la endemoniada máquina. Parpadeé dos veces al salir del trance, y el tragamonedas seguía ahí, frente a mí, sin que absolutamente nada pasara; así que estiré el brazo lentamente hacia la palanca, tengo que bajarla y ver qué sucede. Lo hago. Pero nada ocurre.
Desconcertado y fastidiado por todas aquellas estupideces, estoy decidido a marcharme de ese lugar. Ya no me importa nada ni nadie, sólo quiero largarme a dormir. Sin embargo, cuando enérgicamente había dado media vuelta en dirección a la salida, un sonido proveniente de esa maldita máquina me hizo girar la cabeza inmediatamente y en un segundo estaba inundado de millones de monedas doradas que salen sin parar del tragamonedas. Literalmente, un mar de fichas me arrastraba y yo oponía toda la resistencia que mi fuerza me permitía. ¡Cuánto dinero! ¡¿Qué carajos voy a hacer con todo este dinero!? ¡Ahora puedo hacer tantas cosas! Puedo mandar a la mierda el maldito bufete, puedo comprarme una casa, un coche; las brillantes monedas siguen inundando la habitación y ya me cubren hasta la cintura; puedo pagarme lujos, pagar por buenas compañías, puedo comprar más heroína. ¿Puedo comprar más heroína? Ya no tengo que trabajar; ya no la tengo que dejar, porque ya no me tengo que preocupar por la plata… ¡¿Cuáles casas, cuáles coches?! ¡Puedo comprar heroína para el resto de mi vida! Ningún maldito lujo ni ninguna compañía puede ser mejor que la droga…


Estoy listo para tomar todo el dinero que he ganado esta noche y comprar más heroína. Pero ahora que busco todas aquellas doradas y brillantes fichas, no las puedo encontrar. Sólo veo una jeringa sobre mi alfombra roja y la vena de mi mano que sangra.

lunes, 15 de julio de 2013

Día 9

Esta tarde mientras observaba por casualidad mi sombra, me di cuenta que ésta se dibujaba suavemente en la pared, como con cierta sensualidad en su delineado contorno. Así que se me ocurrió tomar una foto... y comencé a notar un montón de detalles. La pared no era totalmente lisa, estaba rayada de líneas estúpidas a forma de alas (cuando lo hice, me di cuenta que lo mío nunca sería el graffiti); había un montón de objetos al rededor que daban un verdadero mal aspecto al cuadro, la luz no era adecuada, y cosas así.
Debo admitir que no soy la mejor fotógrafa. Sólo volví a mi habitación, a ver qué otra tontería se me ocurriría hacer.



sábado, 6 de julio de 2013

Ideas desbordadas

He creado este blog con la finalidad de publicar la cascada de irracionalidades que diariamente salen de mi cabeza, de esta mente tan borderline que tengo.
Mi mundo está lleno de historias sombrías y atracciones lúgubres, así que puede llegar a parecer incluso algo desequilibrado. Lo único que busco es trasmitir un poco de lo que siento en estas líneas, puesto que la única manera en la que he aprendido a expresarme es a través de las letras. Soy mala con el verbo, me considero más literaria. Tengo que admitir que muy en mi interior tengo la esperanza de encontrar quien lea y comparta mis pensamientos. Supongo que es el sueño de cualquier artista el ser por lo menos un poco reconocido. 
Soy una chica irregular. Bienvenidos a mi tergiversado mundo de ideas desbordadas.